EL VINO EN LA MESA
Para disfrutar del vino en la mesa, necesitaremos algunos elementos básicos como son una copa adecuada y que el vino esté a una temperatura idónea.
Hay multitud de tipos de copas para el vino pero, por no extendernos demasiado en ese tema del que en otro momento podemos hablar, diferenciaremos las principales copas para vino tinto y para vino blanco:
Para el vino tinto, las principales son la Borgoña y la Burdeos. En ambos casos se tratan de copas grandes, con bases de cuerpo redondas. De esta manera, facilitan que el vino gire en su interior, respire y que sus aromas evolucionen. La de tipo Borgoña tiene el cuello algo más cerrado y es ideal para vinos envejecidos. Por su parte, la Burdeos tiene una boca más ancha minimizando el amargor de los taninos del vino. Es ideal para tintos jóvenes y crianza.
En el caso del vino blanco la copa más utilizada se asemeja a la Burdeos pero con un cuerpo más pequeño para evitar que el vino se caliente y un tallo más alargado. La boca suele ser más abierta para potenciar el dulzor de los blancos más frescos. Esta copa está recomendada para cualquier blanco e incluso para tintos jóvenes y afrutados que deban consumirse frescos.
Otra cuestión fundamental a la hora de disfrutar el vino en la mesa, es que su temperatura sea la correcta y que haya sido abierto en el momento adecuado para que su estado de oxirreducción sea el óptimo.
Combinar comida y vino
Si degustar un buen vino es un auténtico placer, combinarlo junto a un buen plato de comida son ya palabras mayores. ¡Una auténtica sublimación de los sentidos! Podemos ser todo lo creativos que queramos en este punto, experimentar… porque sobre gustos ya sabemos que no hay nada escrito.
En cualquier caso sí existen unos principios básicos del maridaje como el hecho de que vinos suaves combinan con comidas ligeras y las comidas potentes demandan vinos más consistentes. La clave fundamentalmente está en que el sabor del vino no mate al de la comida y viceversa. De esta manera, ambos estarán en armonía y uno potenciará el aroma y sabor del otro.
También hay «maridajes imposibles» o, al menos, muy difíciles. Algunos ejemplos de ello son: el vinagre que desestructura el sabor de cualquier vino (salvo que sea balsámico), los platos muy picantes o muy ácidos o alguna verdura muy amarga como la alcachofa.
Otra pregunta frecuente es si elegimos primero el plato o el vino y lo normal es que elijamos primero una comida y después buscamos un vino que combine bien pero… ¿Y si alguna vez lo hacemos al revés? Puede resultar hasta divertido.
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